lunes, 11 de marzo de 2013

2do de secundaria

EL   ORIGEN   DE   LOS   INCAS

Las informaciones proporcionadas por cronistas de los siglos XVI y XVII permi­ten tener una idea acerca de la forma co­mo los incas explicaban los orígenes del Tahuantinsuyo. Estos relatos recopilados se refieren a un conjun­to de antepasados, masculinos y femeninos, entre los cuales destaca Manco Cápac. Todos estos relatos dicen que dichos personajes originalmente habita­ron en lugares alejados del valle del Cusco. Esta llegada al Cusco es presentada como el fin de una larga peregrinación y de una serie de luchas interétnicas que tuvieron como fin encontrar tierras propicias para la agricultura y la edificación de ciudades.


Manco Cápac y Ma­ma Ocllo

Esta versión recogida por el cronista mestizo Garcilaso de la Vega, cuenta que: Tras emerger de las aguas del Lago Titicaca, la pareja se dirigió hacia el norte en busca del valle donde fundaría un gran Es­tado. Esta fue la promesa que les había hecho su padre el dios Sol.
En su larga caminata, la pareja de her­manos arribó al pueblo de Pacarictambo, donde pasaron una noche en el interior de una cueva. Al día siguiente, Manco Cápac ordenó a sus seguidores poblar este lugar, por haberles servido como refugio. 
Siguiendo siempre en dirección norte, continuaron con la caminata y llega­ron al cerro Guanacaure, sobre el valle del Cusco, cerca de donde se hallaba asentada entonces la primitiva aldea de Acamama. En este lugar la vara mágica que portaba Manco Cápac, al ser lanzada, se hundió en el terreno, indicando con ello el lugar que el Sol había reservado para la pareja.
Asentados en el valle los hermanos fueron reverenciados como "hijos del Sol': y llama­ron la atención por sus conocimientos y ha­bilidades. Los naturales del lugar los acogieron como gobernantes y acepta­ron fundar con ellos un nuevo Estado. Realizado el acto fundacional. Manco Cá­pac y Mama Ocllo instituyeron el orden, las ciencias y las artes, convirtiéndose en los héroes civilizadores de la región. Se dice que Manco Cápac reunió a los hombres y les enseñó las artes de la guerra y la construcción de canales de riego y terrazas de cultivo. Ma­ma Ocllo, por su parte, instruyó a las mujeres en el arte del tejido y la agricultura.
Garcilazo de la Vega, en realidad, habría transformado una tradición indígena para llamar la atención de sus lecto­res europeos. En esta versión, los héroes fundadores cusqueños son presen­tados como los grandes civilizadores del mundo andino, responsables de haber sa­cado de la barbarie a los pueblos que ante­cedieron a la fundación del Cusco. Garcilaso descendiente de los incas por parte materna ­proyectó una imagen idealizada del Tahuantinsuyo, presentándolo como una sociedad política y económicamente bien organizada, donde no se conocían el hambre ni la es­casez; más bien se vivía en función de una explotación racional de los recursos y de una justa distribución de la riqueza.  Se sabe perfectamente ahora, gracias a las recientes investigaciones realizadas acerca del mundo andino, que la cultura en esta región es milenaria y que no existió el estado de barbarie que Garcilaso atribuye a la época preincaica. Igualmente, se sabe que el Estado inca, habiendo alcanzado un alto nivel de desarrollo, afrontó serios pro­blemas sociales durante el tiempo en que estuvo vigente debido a las pugnas inter­nas por el poder y a las dificultades propias de todo pueblo conquistador.

Los Ocho Hermanos Ayar
Los hermanos Ayar salieron de la cueva Pacaritambo, en el cerro Tambotoco, que tenía tres ventanas. De una de estas ventanas, Maras Toco, procedían los Maras Sutic. De otra ventana, Cápac Toco, salieron los hermanos Ayar (que significan quinua silvestre) llevaban los siguientes nom­bres: Manco (que significa cereal), Cachi (que significa sal), Uchu (que significa ají) y Auca (que significa guerrero). Los tres primeros se encuentran relacionados con los alimentos consumidos cotidianamente por los incas y parece evo­car un viejo culto a la tierra y sus frutos. Estaban acompañados de sus hermanas Mama Ocllo, Mama Guaco (participo durante la conquista del Cusco), Mama Ipacura y Mama Ragua.
Los hermanos no tardaron en deshacerse de Ayar Cachi por temor de sus poderes mágicos, pues con un solo tiro de su honda podía derribar cerros o hacer que surjan quebradas. Con engaños lo convencieron de que retorne a Pacaritambo para traer el "napa", insignia de señores, y unos vasos de oro que habían olvidado. Una vez que Ayar Cachi penetró en la cueva la cerraron con bloques de piedra, en donde quedó atrapado para siempre. Después de este episodio, los Ayar continuaron su ruta por las serranías. Es importante subrayar que los hermanos, a pesar de no tener un asentamiento fijo, no dejaban de ser agricultores. Es así que una vez establecidos en un paraje se quedaban en él durante algunos años, y después de lograr sus cosechas emprendían de nuevo la marcha. Sarmiento de Gamboa cuenta que en su peregrinación, los hermanos arribaron a un lugar llamado Guanacancha a cuatro leguas del Cusco.
Allí se quedaron un tiempo sembrando y cosechando, pero no contentos reanudaron su marcha hasta Tamboquiro en donde pasaron unos años. Luego llegaron a Quirirmanta, al pie de un cerro. En ese lugar se celebró un consejo entre los hermanos, en el que decidieron que AyarUchu debía permanecer en dicho lugar transformado en una huaca principal llamada Huanacauri. Adoptar la forma lítica era, en el ámbito andino, una manera de perpetuar la divinidad, es así que la forma asumida por Uchu no le impedía comunicarse con sus hermanos.
Luego llegaron a Matagua, donde realizaron por primera vez la ceremonia del Huarachicuy(iniciación de los jóvenes nobles a la vida adulta), agujereando las orejas del príncipe Sinchi Ro­ca.
Mama Guaco era uno de los caudillos del grupo y que en el pueblo de Matagua, esta mujer "fortísima y diestra" tomó dos varas de oro y las lanzó hacia el norte, una cayó en Colcabamba, pero la tierra dura no permitió que hincase. La segunda la arrojó a un terreno llamado Guayanaypata donde penetró suavemente. Otros informantes contaron que fue Ayar Manco y no Mama Huaco quien arrojó el bastón mágico que debía indicar el asentamiento definitivo. Ayar Manco ordenó a Ayar Auca ir a poblar el paraje indicado por la vara. Cumpliendo la orden de su hermano, Auca voló hacia dicho lugar, pero al pisar el suelo se convirtió en piedra. Según las creencias andinas, las piedras eran indicadores de posesión del espacio. Es así que Auca bajo el aspecto lítico fue el primero en ocupar el sitio escogido, tan largamente deseado, y ordenó a Ayar Manco llamarse, de ahí en adelante, Manco Cápac.

Interpretación
Una comparación entre las dos leyendas fundacionales presentadas permite reco­nocer que el de la pareja real pa­rece haber sido elaborada durante la época de auge del Estado inca, pues relaciona el origen de esta civilización con una huaca pan andina como el Lago Titi­caca. La historia de los hermanos Ayar, en cambio, relata de un conjunto de pueblos agri­cultores a través de la accidentada geografía de los Andes. Esta historia, con transformaciones de personajes en piedras sagradas y peregrinaciones masivas en busca de nuevas tierras propicias para el cultivo, presentada en la tradición oral de las etnias andinas.
A lo largo del siglo XX fueron varios los investigadores que intentaron identificar arqueológicamente los míticos lugares vincu­lados al origen de los hermanos Ayar. En febre­ro de 1945, Jorge Muelle recorrió la zo­na y al localizar Huaynacancha en el caserío de Mollebamba (distrito de Pacaritambo), Muelle sugirió su relación con el sitio Guaynacancha visitado por los Ayar. En el mismo distrito identificó las ruinas de Mau­kallaqta (Pueblo Viejo) o MaukaPacaritam­bo con el antiguo pueblo de Pacaritambo. Finalmente, asoció un grupo de cavernas ubicadas en las cercanías del peñón de Pu­ma Orqo con las cuevas de Tambotoco. Las propuestas de Muelle han sido pos­teriormente compartidas por otros investi­gadores, quienes reconocen que los sitios arqueológicos de Maukallacta y Puma Or­qo podrían estar relacionados con el mito de los Ayar. Ha sido Gary Urton quien ha dado pruebas históricas y etnográficas de que el viejo pueblo fue trasladado y vuelto a fundarse durante la colonia.
En el relato de los Ayar se encuentra, por ejemplo, a la mu­jer Mama Huaco desempeñando un rol es­pecial en la conquista del territorio cusqueño. Durante los enfrentamientos con las poblaciones locales, que antecedieron a la ocu­pación del sitio, el aguerrido caudillo hirió con su boleadora a un indio del grupo Gualla. Tras abrirle el pecho y soplar fuerte­mente los bofes de su víctima, consiguió que los miembros de este grupo huyeran aterrados del pueblo de Acamama. Existen dos arquetipos de mujeres inca: Mama Ocllo, esposa de Manco Cápac, casera y sometida y Mama Huaco, la mujer guerrera y libre, jefa de ejércitos. Guaman Poma la señala como madre y hermana de Manco Cápac.  En lo que respecta a las relaciones de parentesco, los relatos fundacionales indican la ausencia de prohibiciones o temores aso­ciados al incesto en esta sociedad. Al no existir la pareja conyugal se crea el binomio madre/hijo o hermano/hermana.
En los dos origenes revisados, se pueden descubrir elementos que son propios de la cosmovisión andina. En el de los hermanos Ayar, Mama Huaco y Ayar Auca se identifican en con­junto con la guerra; oponiéndose al rol de Manco Cápac y su mujer, Mama Ocllo, quienes se encuentran vinculados más bien con el liderazgo religioso y con las actividades domésticas. Esta oposición se representa de diferente manera, pero en el mismo sen­tido, en el recogido por Garcilaso de la Vega, pues en esta versión es Manco Cápac quien asume las funciones militares, mientras que Mama Ocllo se encuentra relacionada con la agricultura y el culto a la tierra. Se nota que la imagen de la mujer queda redu­cida con relación a las múltiples facetas que muestra la versión de los hermanos Ayar.
La importancia de los relatos y su ver­dadero valor se ponen en evidencia cuando se contrastan sus datos con la información etnohistórica, convirtiéndose así en reve­ladores testimonios acerca de las formas de pensar y hacer de un pueblo.
MARÍA  ROSTWOWSKI  DE  DIEZ  CANSECO